Apenas las 10:35 de la noche del 19 de noviembre en Valencia, apenas dos o tres pasos de Jairo en dirección al centro del escenario y se desató la euforia.
Así daba comienzo uno de los conciertos de la temporada en Valencia en La Rambleta. Depedro enamoró a las 600 personas allí presentes con su calidad humana y musical, entregándose desde el primer minuto a un público extasiado que tardó apenas tres canciones en ponerse de pie, preso de las incontenibles ganas de bailar. En los pocos minutos que transcurrieron desde Como el Viento, con la que se inició el espectáculo y Nubes de Papel, ya había conseguido que el auditorio se pusiera en pie y le jurara amor eterno. Por si no fuera suficiente, sus constantes interpelaciones al respetable con su guitarra y su saberse bien sexy, eran recibidas con furor.
Una pantalla de vídeo que ocupaba por completo el escenario, unas luces blancas austeras y tres músicos brillantes, fueron suficientes para encumbrar a Depedro a lo alto de los cielos artísticos. Mención especial al trabajo del videoartista que iba creando las imágenes en directo que completaban y arropaban el espectáculo.
No había transcurrido ni media hora cuando los cuatro músicos bajaron del escenario y se pusieron a cantar (y bailar) la cumbia El Pescador en mitad de la escalinata de La Rambleta para sorpresa de todos los que estábamos allí cerca, contagiando su buen hacer y su pasión también en distancias cortas.
No se dejaron nada por tocar, ¿Hay algo ahí?, Panamericana, Te sigo soñando, Tu medio día, Diciembre, Déjalo ir, además de muchos de los temas del último disco Máquina de Piedad, Entre el cielo y el barro, El Puñal, Promesas, etc. Incluyeron hasta una versión muy especial de Fiesta de Joan Manuel Serrat, que desató la locura entre el público.
Jairo Zavala hizo suyo el escenario creando una complicidad con el público que reaccionaba instantáneamente a cada una de sus miradas o gestos de aliento. Bastaba con que levantara levemente la cabeza para que todos alzaran los brazos entusiasmados. Su buen hacer como guitarrista se dejó ver durante todo el concierto, agraciándonos a los asistentes con múltiples solos de guitarra eléctrica y acústica, que despertaban aplausos entusiastas (eso y los bailes de corte sexy se marcaba). Hasta las improvisaciones fuera de track list, como DF, le salieron bien.
La versión de Llorona de su primer disco en solitario ponía la guinda a una noche de diez. Pero el público tenía ganas de mucho más y coreó los últimos compases del tema hasta que hizo volver a Jairo al escenario, para deleitarnos con su guitarra en solitario cantando Noche Oscura. Después volvió la banda para, ahora sí, encarar la recta final cerrando con Mañanitas y con el público en pie haciendo coros a placer de Jairo que había embelesado a 600 personas cual mago profesional.
En resumen, una noche redonda para Jairo Zavala y sus músicos pero, sobre todo, para un público que disfrutó como nunca de la música y se reconcilió con la vida en estos tiempos de incertidumbre y desazón.