Dicen que no sabes lo bueno, o malo, que es un grupo hasta que no lo conoces en la corta distancia. Y los formatos de concierto acústico son la situación perfecta para valorar esto. Actuaciones en las que estás a pocos metros de los componentes, en las que no hay artificios de sonido (en este caso sólo un pequeño delay en la guitarra de Pau que le daba un toque muy calido al sonido), y que permiten a los grupos relajarse.

Y así es como pudimos ver a Jorge, Pau y Jordi. Tres amigos, que además tocan en un grupo, delante de otro grupo de amigos. Esto es lo que vivimos el viernes por la noche en el Jardí Botànic de Valencia.
Un magnífico trabajo, una vez más, de Andsons Producciones hizo que el entorno fuera perfecto y preciosista, y que les brindara a los protagonistas la comodidad que habrían sentido si hubieran estado en su salón, y que hizo que el ambiente fuera distendido hasta el punto que lo fue. Además, y para que todo fuera más familiar, estaban entre bambalinas mujeres, hijas e hijos correteando como si estuvieran en el jardín de casa, y que también tuvieron sus momentos de gloria.

La declaración de intenciones de Jorge nada más salir fue premonitoria. Último concierto en Valencia hasta dentro de bastante tiempo, y en el que esperaban interactuar mucho con el público. Y vaya si lo consiguieron, pues pretendieron (y consiguieron) transformarse en un Jukebox humano que satisficiera las peticiones de los que allí nos encontrábamos. Daos cuenta de la calidad y valentía necesaria para soltar semejante órdago, porque los que vamos a este tipo de eventos solemos ser los grupies más freaks, los que recordamos aquel single extraño que salió en una cara B y que nunca llegó a sonar en concierto, o los que teníamos sus maquetas y las escuchábamos en nuestro walkman camino de la facultad (esto último sólo al alcance de los seguidores más fieles).
Un poco tímida la gente al principio hasta que alguien dijo “De Cine”, y con esa empezaron. Abierta la veda y viendo lo fácil que resultaba, al finalizar cada canción un buen número de gente hacía sus peticiones en voz alta, y la mayoría fueron correspondidas. Evidentemente, no todas, porque como el propio Jorge dijo en un momento de la noche “Tenemos casi 200…” ironizando sobre la hora a la que podían terminar el concierto si las cantaban todas.
Al final fueron 20 temas los que cayeron, de todas las épocas. “Albufera”, “Taxi a Venus”, “Días de Vino y Rosas”, “Ayer”, “Indestructibles”. Grandiosos momentos en “Aquellos Maravillosos Años” o «Mi Habitación» en los que Jorge olvidó los acordes y, a mitad de canción, intentó sacar de oído sus propios temas, clara muestra de lo cómodo que estaba.
Pero con lo que me quedo de esa noche no es con la música (que también, porque fue un conciertazo), sino con todo lo que me reí, y con todas las cosas de las que me enteré de la historia del grupo, contadas a través de mil anécdotas que nos fueron narrando entre canción y canción o, incluso, durante alguna de las canciones.
Nos enteramos por fin de qué eran los maratones de terror de “Segunda Oportunidad”, y qué eran esas cenas que sentaban mal. Conocimos mejor la relación entre Jose, batería del grupo, y el sentido del humor y los chistes internos de Jorge y Pau. Una pequeña parte de mi hizo crack cuando nos contaron que “Segundo Premio” de Los Planetas era un plagio. Supimos de los conflictos territoriales que tiene Jorge entre L’Eliana, Ribarroja y Noruega. Que Jordi es bastante más joven que el resto de los componentes de LHR, que es de Gandía, y los pueblos de procedencia de sus padres. Que en Albacete se tapea muy bien, pero que bonita, lo que se dice bonita, pues no es. Y un no parar de risas y recuerdos que hicieron que estuviéramos agustito de verdad.

Para terminar, y como despedida, una gran noticia. A partir de la semana que viene los componentes del grupo se reunirán para entrar en el estudio y grabar su 11º disco.
¡Ya estamos impacientes!
